
Miedo, cuando del corazón brota una, encendida, pasión
y no sabes cómo contenerla, pues arrasa, cual hoguera,
te quema las entrañas y de forma cruel, te desespera
porque, paralizado, sientes incapacidad de acción.
Dolor, cuando sientes que tu alma, ya no tiene fuerzas para luchar
y sientes que mueres, un poco, cada día, sintiendo la impotencia,
aquella, que provoca que, tu voz, ya no llegue más allá,
de las cuatro paredes, que, premeditadamente, te encierran.
Dolor, por intuirle cercano y aún así, no poder llegarle,
no alcanzando ni a rozar su esencia, que, cual tesoro, esconde
porque cuando está cerca, vuestras corazas, no se rompen,
para no cruzar la, espesa, línea, que rompería vuestra soledad.
Miedo a que pueda descubrir aquel rincón, amarrado
y exponer tu alma, otra vez, al limbo del fracaso,
porque ya no puedes lanzarte, de repente, al abismo,
cuando, ya no te fías ni de tu, propio, destino.
Dolor por no dejar descifrar lo que, bien protegido está,
para que nadie lo consiga, ni imaginar…
Enoa